19 agosto 2006

La soledad y lo infinito

Me gusta caminar entre desconocidos, me gusta ir a una ciudad y dar un paseo sin conocer a nadie, vagando solo con mi pensamiento y cruzarme con millones de gente, sin conocer a nadie. Sobre todo de noche. A veces, cuando lo hago y me encuentro a alguien conocido hasta me molesta. No, en ese momento no: no quiero ver a nadie conocido.
Pero a veces ocurre lo contrario, a veces estoy con gente conocida, gente a la que incluso tengo cariño y con la que comparto cosas y siento que son desconocidas para mí. Y lo peor de todo es cuando me siento desconocido, cuando siento que la persona que esta a mi lado no tiene ni idea de quien soy. Cuando me siento solo en compañía de gente. No hay soledad más grande que esa.
Y buena parte de culpa la tengo yo, en ocasiones. En otras no, en otras hago esfuerzos enormes para acercarme a las personas y pese a ello no ocurre. Seguramente es que soy un solitario, que nací para estar solo, como reza el título de este blog. Quizás no. A veces me quedo mirando al infinito buscando una salida y se me viene la imagen de una vía del tren: sabes que la vía va a alguna parte pero por mucho que avances, nunca, nunca ves el final.