12 septiembre 2006

Bailar sentados

Hace unos días conocía a Francisco, fue el día del concierto que conté hace unos días. Es un familiar de dos personas de la banda y creo que no le había visto nunca, es un gran aficionado a la música y vino a escuchar la actuación. Francisco es parapléjico: cuando tenía 15 años, jugando, se cayó dando en el suelo con la nuca y doblándose la cabeza lo que le provocó su situación actual. Aunque no hablé mucho con él, se ve que es una persona alegre, vivaracha, amable, con don de gentes. A pesar de ir en silla de ruedas ha adquirido una habilidad especial para bailar (con la silla, por supuesto) mueve el tronco acompasadamente mientras con las manos sobre las ruedas va haciendo bailar la silla. Todo un ejemplo de superación.
Cuando tenía 18 años conoció a una chica guapa, atractiva físicamente, inteligente, con estudios y cultura, una mujer que no desmerecería de casi ningún hombre. Francisco, por supuesto, ya iba en silla de ruedas y se enamoraron. Hace alrededor de 15 años de aquello y hoy aun siguen juntos.
Por mucho que podamos pensar en el verdadero significado del amor, creo que pocos de los que estamos leyendo esto seríamos capaces de vivir de esa forma, de aceptar un problema tan grave como el de este hombre para toda la vida. Además, no me atreví a preguntar sobre el sexo, pero tengo entendido que a las personas parapléjicas no les funciona el órgano sexual. Pero creo que pocas decisiones habrá más difíciles que la que tomó esta mujer.
En cualquier caso, cuando por la noche llegué a la cama, antes de dormir me estuve acordando de Francisco, y sobre todo de su pareja, porque son esas cosas que a veces ocurren que te hacen convencerte que todavía se puede encontrar gente que valora a la persona como tal, en lo más profundo de su ser. No sé exactamente qué le enamoró de él, no sé si ha sido su inteligencia, su simpatía, su modélico afán de superación... Pero estas cosas son las que le hacen a uno (en momentos malos) reconciliarse con el mundo.