05 septiembre 2006

Jugar al póquer con la vida

No he jugado mucho nunca, pero sí conozco el juego del póquer con las cartas. Se trata de un juego en el que hay que formar un grupo de cartas (parejas, tríos, escaleras...), y luego se hace una apuesta en función del conjunto/s que se hayan formado hasta que una de las partes renuncie a seguir apostando (y entonces pierde lo apostado) o se dice que es su última apuesta y se comprueban los juegos de uno y otro a ver quien ha ganado. Para ganar en este juego una de las habilidades más importantes que hay que desarrollar es el de disimular, el de "tirarse faroles" para que la otra persona no descubra en el transcurso de la apuesta qué cartas llevas; se trata de hacer creer a tu contrincante que no llevas nada cuando llevas una buena jugada, o al contrario, hacer creer que llevas una buena jugada cuando en realidad tu jugada no tiene ningún valor. De ahí viene la expresión "poner cara de póquer".

Por eso no me gusta nada este juego, porque no me gusta tirarme faroles. Si alguna vez me viera obligado a jugar al póquer por las circunstancias, entonces jugaría al póquer descubierto en el que se muestra al contrario parte de las cartas que llevas antes de apostar.
Pero no, no me gusta jugar al póquer. No con la cosas serias, con las cosas importantes. Porque jugar está bien y está entretenido de vez en cuando, pero no como una norma. Porque se puede jugar cuando lo que está en juego es un café o una cerveza, pero no cuando se juegan cosas de gran valor. No se puede jugar con determinadas cosas, definitivamente no.