22 octubre 2006

Cortar


Qué difícil es cortar. Cuantas veces en la vida decidimos que hay que cortar, cortar por lo sano y no podemos hacerlo. No podemos hacerlo porque cortar trae consecuencias, trae cicatrices y hace daño. Nos hace daño a nosotros mismos y a terceras personas. Porque no somos conscientes, a veces, de que el daño que se produce es un mal menor comparado con el que se producirá si el corte lo hacemos más tarde. Es como un pie gangrenado que no se quiere cortar por no perder el pie, pero si no se corta a tiempo lo que se perderá no será el pie sino toda la pierna entera.

Pero si difícil y doloroso es para la persona que ha de ser cortada, más difícil y doloroso es para la persona que ha de tomar las "tijeras": cien veces más difícil. Porque cada vez que se le corta algo a alguien, cortamos algo también de nosotros mismos. Y a ese dolor hay que añadirle el dolor del verdugo. Hoy he sido un poco verdugo, pero sobre todo he sido victima, víctima y verdugo al mismo tiempo porque he cortado algo a alguien, pero de la misma tajada he arrancado también algún apéndice mío. Y eso duele. A pesar de haber sido cuidadoso y llevar algún tiempo preparando para el corte, concienciando y comunicándolo. Pero duele. Duele mucho. Más de lo que creía.